No es nada fácil hacer un resumen del pensamiento mágico de este maravilloso pueblo, que supo y fue capaz de vivir en perfecta armonía con la Tierra y el Cielo, respetando los ecosistemas en constante comunicación con lo invisible.
La generosidad es la clave para trabajar por el bien de los seres vivos.

Los Antepasados decían que cuando juzgamos a los demás por sus defectos hemos perdido nuestro equilibrio y nuestra conexión personal con el Creador. Ellos enseñaban que “Jugar a ser Dios” no está hecho para el genero humano. Al contrario los dotados se dirigían a su interior, examinando y trabajando sus puntos débiles. Gracias a un frío autoexamen, estos individuos no señalaban nunca con el dedo a los demás. Simplemente optaban por mantener la dignidad de su paz interior, por eso eran llamados Fieles y Pacificadores. Los verdaderamente sabios escogían permanecer humildes, modestos y bellamente humanos. Caminando suavemente por la Madre Tierra, abrazan el amor de Ser sencillamente. La esencia que enciende y alimenta su pasión por la vida, nace de sus deseos de experimentar y mostrar compasión hacia Todos. Era allí justamente donde nacía siempre el equilibrio y la armonía.

Extraordinario pueblo realmente... Eran tan ricos espiritualmente, que necesitaban bien poco materialmente, lo básico para sobrevivir diariamente. Su riqueza nacía de su noble y bravo corazón, de su honradez y su sinceridad. A través de El se sentían conectados al Gran Misterio que dejaba fluir constantemente todas sus riquezas, como un rio hacia sus Almas. Por esto tampoco tenían miedo de la muerte y ...podían cantar y reir frente a ella. Sabían, sentían que simplemente un velo los separaba de lo invisible. Ese que para el corazón abierto desaparecía, pues ante él, todas las puertas cedían y responden.

Los espíritus siguen cabalgando en el viento, siguen hablando en las aguas y en la tierra generosa dándonos mensajes. Cuando nos llenamos de preocupaciones materiales, pasajeras, intrascendentes, nos volvemos “ciegos, sordos”. Que bien nos vienen para “curarnos” sus enseñanzas, sus consejos, su humanidad y sensibilidad.

Escuchemos en silencio los susurros del corazón.

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